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Comunicación y Opinión

Importancia de los bosques

Los bosques del mundo hacen una significativa contribución en mantener a un nivel aceptable el dióxido de carbono (CO2). Ellos contienen más carbono en sus biomasas vivas, sus suelos y sus humedales asociados que todas las reservas mundiales sumadas de combustibles fósiles. Es en verdad difícil imaginar cómo se podría solucionar el problema del cambio climático sin atender a nuestro manejo de los bosques, pero ellos son prácticamente ignorados a nivel de las políticas. Por lo general asumimos que los países consumidores de grandes montos de combustibles fósiles son los que más contribuyen al calentamiento global. Pero lo que en verdad importa son las emisiones netas de carbono; es decir, las emisiones totales, independiente del origen, menos el carbono que se fija nuevamente en la tierra, sobre todo en las plantas.

Entre 7% y 12% de las emisiones atribuidas a consumo de combustibles fósiles por la UE son absorbidas de nuevo por los bosques. Al contrario, aunque Indonesia es responsable de sólo unos 87 millones de toneladas métricas de las emisiones anuales de carbono (1% del total global) se cree que las emisiones producto de la deforestación y los incendios superan allí los 2 mil millones de toneladas métricas al año, a veces incluso más. Esto es probablemente mayor que las emisiones netas de Estados Unidos.

El área forestal total del mundo se ha mantenido bastante estable por los últimos 50 años, pero ha habido variaciones sustanciales entre regiones. Francia ha aumentado sus áreas forestadas de 14% en la década de 1830 a casi 30% en la actualidad, con gran parte de Europa y EEUU mostrando una tendencia similar. Los bosques en estas regiones son sumideros netos de carbono. En cambio, a través de vastas franjas de los trópicos, los bosques se encuentran en rápida declinación, con pérdidas de 1% a 3% al año y con Indonesia a la cabeza.

Las emisiones resultantes de estas selvas fuertemente dañadas, y otras de formas de perturbaciones medioambientales, exceden a las que son absorbidas por los bosques recuperados en otras partes y son responsables por un tercio del alza en los niveles atmosféricos de CO2. El problema no está en el uso de la madera, sino en los lugares que elegimos para obtenerla. Un modo de reducir la presión sobre los bosques naturales es plantar árboles de rápido crecimiento en tierras dedicadas a este fin. Esas plantaciones de bosques han crecido a más de 200 millones de hectáreas en los últimos años, pero la mayoría se usa para producir materiales “con valor agregado” como papel, más que para proporcionar madera de construcción o leña. Muchas compañías forestales han volcado sus operaciones al cinturón subtropical, donde los árboles pueden crecer muy rápido. El sur de Brasil, Uruguay, Chile, Sudáfrica y Nueva Zelandia están experimentando niveles especialmente altos de inversión comercial en plantaciones forestales, mientras que India y China están financiando sus esquemas particulares. Álamos, eucaliptos y pinos son las especies preferidas, pero si estos éxitos pudieran ser replicados en las especies empleadas para construcción y combustible (actividades que representan 85% de la demanda mundial de madera), incluso así las plantaciones existentes podrían abastecer con facilidad y de modo indefinido las necesidades madereras del globo.

Sin embargo, la baja tasa de crecimiento de los árboles aptos para construir o quemar constituye un serio disuasivo para quienes deseen producirlos desde cero. Los gobiernos y las corporaciones necesitan mantener funcionando los procesos de investigación y desarrollo. El desarrollo de plantaciones forestales de alta intensidad y la investigación biotecnológica que lo acompaña no debieran ser considerados incompatibles con la protección medioambiental sino como una parte crucial de ella.

El informe Stern publicado en Gran Bretaña sugería que pagar a los seis países en desarrollo con las peores tasas de deforestación para que protejan sus bosques tendría un costo de hasta 11 mil millones de dólares al año, pero ni siquiera esto detendrá la destrucción si las personas que viven en ellos no tienen otra alternativa que talar los árboles para cocinar y calentarse. Visto de este modo, el desarrollo de la biotecnología forestal no es sólo esencial para la protección del medioambiente, sino que representa también un valor monetario comparado a muchas de las alternativas objeto de consideración.

Es claramente necesario un plan global para detener e incluso revertir el trastorno a gran escala de los bosques naturales y de otras áreas silvestres. Si esto pudiera lograrse, gran parte del aumento de los niveles atmosféricos de CO2 quedaría fijado en la tierra mientras se recupera la biomasa viviente y el humus de las hojas contribuye a suelos más profundos. Mientras mayor sea el área de boques naturales y de otros lugares silvestres que se reserven para esto, mayores beneficios se obtendrán. Si no lo hacemos con suficiente rapidez, corremos el peligro de que los efectos de la retroalimentación natural empiecen a magnificar el cambio climático inducido por el hombre. 

Los bosques y sus suelos son grandes reservorios de carbono y el cambio climático está exponiendo velozmente a muchos a condiciones no aptas para su crecimiento. El mismo cambio climático puede hacer que los bosques se conviertan en emisores importantes de CO2 y de otros gases invernadero en lugar de actuar como sumideros, como ahora lo hacen. Son de gran preocupación las selvas boreales y sus humedales asociados en Canadá, Alaska, Escandinavia y Rusia, donde se esperan las mayores variaciones de temperatura. Podría iniciarse un ciclo autosustentado de calentamiento global con consecuencias impredecibles. Los estadistas pueden hacer mucho para enfrentar estos problemas, pero el reloj del carbono ya está avanzando.

La Nación

Trevor Fenning y Kevan Gartland

Tomado de: http://www.lanacion.cl/prontusnoticias/site/artic/20070527/pags/20070527175706.html

 Francisco Garcés

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